La creencia misma puede ser uno de los mayores impedimentos para el progreso.
Todos tenemos modelos mentales de cómo funciona el mundo. Uno no suele ser consciente de su modelo ni está interesado en examinarlo. Nos convertimos en nuestro modelo intelectual y emocionalmente al anidar en su interior. Los cambios propuestos al modelo o las posibles respuestas incorrectas del modelo se perciben como una amenaza y un miedo real, como si alguien hubiera apuntado con un bastón afilado al abdomen.
Los pensamientos de uno son hipótesis. Generalmente los tomamos como hechos. Muchas veces estas hipótesis han “funcionado” para nosotros en el pasado, lo que nos condiciona a creerlas. Pero examine cada pensamiento y uno notará grandes simplificaciones cuando se examine cuidadosamente desde múltiples perspectivas.
Las creencias son proyecciones de pensamiento de nuestras propias mentes que superponen la realidad dentro de nuestro modelo. Las creencias nos hacen menos flexibles y más reactivos. Funcionan como una prisión que limita las opciones que consideraremos, impuestas por el miedo y las reacciones en el estómago. Ya que estamos tan interesados en nuestros modelos, no nos permitiremos admitir que esta podría ser la forma en que funciona la mente.
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Esto no es una idea nueva. Sócrates era el hombre más sabio de Atenas porque era consciente de su modelo. La alegoría de la cueva es sobre modelos. Buda rompió su modelo. Stephen Covey discutió lo mismo en el bestseller “7 hábitos”.
“Todo lo que debemos temer, es el miedo mismo”. FDR.
“Si miras lo suficiente hacia un abismo, el abismo te mirará a ti”. Nietzsche