De hecho, ese era el atractivo que tenía. Era atractivo, y aparecía como un chico muy agradable y amigable, y era fácil para sus víctimas confiar en él. No está nada mal, esa era la estratagema, sabía cómo jugar con su apariencia.
Y él, francamente, cambió toda la naturaleza de cómo se percibían los asesinos en serie. Cambió el libro, provocó un cambio en la forma en que las autoridades policiales observaban a los asesinos y en cómo el público conocía la aterradora verdad. Todos pensábamos que los chicos malos se veían mal, nos mostró que no. Era guapo, carismático, muy agradable, y aprendimos lo peligroso que puede ser.