Cuando tenía 16 años, estuve en un campamento de la iglesia en Florida durante una semana. Durante una sesión, recibí una llamada de un futuro empleador, así que la saqué. Mientras estaba hablando por teléfono, un conocido mío también salió, y en lugar de decir nada, ella me dio un codazo en las costillas juguetonamente. No volví a hablar con ella en toda la semana.
Inmediatamente después de tal golpe, una sensación similar a alfileres y agujas emanó de mis costillas por todo el resto de mi cuerpo durante unos minutos. No era sexual ni nada especial, solo dejaba una impresión y si lo pensaba por el resto del día, la misma sensación se produciría en mucho menor grado.
Eso es lo que pasa de vez en cuando. Empleadores, amigos y conocidos, tanto hombres como mujeres, me han tocado innecesariamente en áreas como el cuello, los omóplatos, los brazos o las costillas, y algunas veces deja la misma impresión. Honestamente me gusta, porque siempre se ha hecho con buenas intenciones. Dudo que alguien se haya dado cuenta de lo sensible que puedo ser al tocar, o que recuerdo esos momentos.
Escrito en dos minutos.
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