Esa es una trampa difícil.
Verán, todos aspiramos a ser amados incondicionalmente, especialmente de nuestros padres. Y esto es perfectamente normal y realmente creo que todos tienen derecho a ser amados incondicionalmente.
Pero, por muy triste que sea, no podemos controlar la forma en que los demás deciden amarnos o no amarnos. Simplemente no podemos Y no tiene sentido intentar convencer o cambiar a la gente.
La buena noticia es que tenemos la opción:
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Podemos encontrar refugio temporal para culpar al pasado, a la vida, a los padres por no habernos tratado como merecíamos.
O bien, podemos encontrar el coraje y dar el salto al perdón y dejarlo ir. Es difícil y doloroso y un largo camino por recorrer, pero al final es la experiencia más gratificante y liberadora que se puede tener. El mejor regalo que podemos darnos a nosotros mismos.
Al perdonar a nuestros padres que no nos amaron o que no nos amaron de la manera que queríamos, de alguna manera practicamos lo que nunca nos dieron: amor incondicional e ilimitado. Dejamos de pedirlo y lo entregamos nosotros mismos.
Tanto para ellos como para nuestro ser herido, frágil.
No más culpar, juzgar, vengarse, odiar, enojarse. No más cargas que llevar, no más muros para esconderse detrás, no más por qué y si solo.
Unico amor.