Pudín.
Tal vez no sea un miedo, sino más bien una cosa que me atormenta. Cuando tenía unos 7 años, estaba en mi centro de recreación local, era alrededor de Navidad. Hasta ese momento me ENCANTÓ el pudín, fue increíble para mí. Hicimos miles de millones de esos pequeños paquetes de pudín de gelatina. Tal vez 5 enormes tazones llenos de pudín de chocolate. Y ser un niño de 7 años que amaba el pudín no podía estar más emocionado.
Comí mucho pudín ese día, más como el personal me obligó a comer tanto pudín ese día. Literalmente seguían llenando mi tazón con pudín cada vez que miraba hacia otro lado. Hicimos budín todo; tazas, tazones, bolsas (sí. bolsas. Había tan mucho budín). Juro que debí haber terminado comiendo al menos uno de esos enormes tazones.
Y hasta el día de hoy la idea de pudín de chocolate me da ganas de vomitar. Es simplemente desagradable. Especialmente el pudín frío, porque hacía frío. ¡Ewww! Pensarlo me asusta honestamente. Estoy bastante bien con el pudín de vainilla, creo. He evitado completamente el pudín durante 7 años, pero la vainilla no me repugna tanto. El chocolate es solo un gran no, no para mi.
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Mi papá llegó a casa con pudín hoy y me dijo: “¡Tengo pudín!”. Y de inmediato dije “Puedes tenerlo”. Y le informé de mi fobia a los pudines.
Es la fobia más rara que he escuchado.