Gritamos y gritamos, reímos y lloramos, pero al final todos debemos morir.
La única verdad absoluta es el cambio, y la muerte es la única manera de detener el cambio. La vida es una serie de juicios sobre situaciones cambiantes, y ningún ideal, ninguna creencia se ajusta a todas las soluciones. Sin embargo, los humanos necesitan creer en algo más allá de ellos mismos. Quizás todas las inteligencias lo hacen. Si no actuamos por motivaciones superiores, podemos justificar cualquier acción, por horrible que sea, para nuestra supervivencia. Estamos interminablemente atrapados entre la necesidad de altos absolutos morales, que fallarán lo suficiente como para que cualquier absoluto pueda demostrarse como falso, y nuestra tendencia a que los juicios individuales degeneren en narcisismo auto ético y gratificante. Tratar de imponer absolutos a los demás resulta en muerte y destrucción, pero el hecho de no actuar más allá de uno mismo también conduce a la muerte y la destrucción, generalmente mucho antes.