Absolutamente. ¡Tener una capacidad limitada para ver, escuchar, caminar, hablar, etc., requiere muchos ajustes psicológicos! Esto se debe a que, en un nivel muy consciente, día a día, ya no somos rápidos, eficientes o socialmente adeptos. Esa es una gran pérdida para aceptar. (Experimentando una pérdida auditiva severa, yo mismo).
Y en un nivel inconsciente, nuestras emociones primitivas y evolutivas en el sistema límbico del cerebro perciben nuestra debilidad como una “posibilidad reducida de supervivencia”. En un sentido muy real, cualquier situación de emergencia para personas con problemas de visión, audición, movilidad o comunicación puede comprometer la seguridad física. ¡No es de extrañar que la inseguridad y la ansiedad acompañen nuestras pérdidas!
A la gente, en su amabilidad, nos gusta decirnos que deberíamos ignorar estos obstáculos y continuar como lo hacíamos antes. Pero la realidad pinta una imagen diferente que altera el estilo de vida y la participación plena en el mundo. Extraño la sencillez de la vida cuando pude oír.