En algún lugar, en lo profundo de nuestro corazón, creemos, y con razón, que todos deben ser iguales. No se puede digerir la desigualdad entre la gente. ¿Por qué los millones en esta tierra son tan pobres y por qué unos pocos son ricos? ¿Por qué algunas personas son felices y otras tristes? Estas preguntas lo mantienen molesto, pero no encuentra ninguna solución.
Veamos ahora alrededor del mundo, más allá de las civilizaciones humanas, en las selvas, donde los animales salvajes se matan entre sí sin ningún tipo de remordimiento. Los animales débiles siempre tiemblan por temor a ser atacados por los grandes y poderosos. No se aplican leyes de protección allí. Ningún cuerpo es castigado allí por matar al otro.
Debemos agradecernos a nosotros mismos por desarrollar nuestras sociedades, las civilizaciones y las leyes para proteger a los débiles en cierta medida. Imagínense el caos y la injusticia que habrían prevalecido si no hubiéramos aprendido a ser un poco civilizados.
Pero, a pesar de estas civilizaciones y las leyes, las desigualdades aún prevalecen.
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Asi que…. Qué debemos hacer ahora. Esperemos el día, cuando estemos lo suficientemente civilizados y hasta tal punto que estas desigualdades desaparezcan entre nosotros.
Hasta entonces, no dejemos de compararnos con los demás, porque esta es la única manera de recordarnos constantemente que hay mucho, que aún queda por hacer, antes de llamarnos Civilizados en el verdadero sentido.