Era el verano del 92 cuando aprobé los exámenes de secundaria. Yo estaba feliz, y mi familia también. Muchos pasaron antes y muchos pasaron detrás de mí, pero no sé si parecía diferente. Soy de un pueblo pequeño y tal vez fue mi primer gran logro en mi pequeña vida, quizás sea por eso que estaba jubiloso. 63%, oh, chico, no puedes imaginarte cómo fue obtener la primera división en el examen de preparatoria. Era como un festival en mi casa.
Las celebraciones continuaban y mi abuelo nos recordó una tradición, que masticar ‘Paan’ en una ocasión hace que sea aún más especial, por lo que los dos necesitamos tener uno. Sin embargo no contenía tabaco. Lo siento, me olvidé de decirle que mi prima también había pasado el examen de la escuela secundaria asegurando 6 calificaciones más que yo. De todos modos lo tuvimos fuera de diversión y pasaron los días.
Un día, ambos decidimos tener otro ‘sada paan’, ya que puede hacer que cualquier momento sea especial. Qué tontos éramos, pero eso es lo que es adolescente. Así continuó durante casi seis meses. Después de un tiempo, no sé de dónde sacamos una idea para probar el tabaco en el ‘paan’. Juro que nadie come tabaco por su sabor. Estaba mal, era malo, era asqueroso. Me di cuenta de que ese día no nos vamos a alejar mucho de eso. Decidimos mantenerlo en secreto.
No sé, pero creo que el mal tiene un tipo de atracción. En una boda de nuestro primo (en las ciudades pequeñas, por lo general, toda la ciudad es nuestra familia, así que recuerde si tengo al menos una docena de primos). “Paan” se ofreció a los invitados. Nos negamos, pero solo a los ojos de los ancianos. Lo solicitamos y buscamos la privacidad y …….
No nos dimos cuenta, pero estos pequeños incidentes se estaban convirtiendo en nuestros hábitos. Estas pequeñas aventuras se estaban convirtiendo en nuestra vida cotidiana. No nos dimos cuenta, pero estábamos llegando a una etapa en la que no había vuelta atrás. Solíamos decir: “solo el tabaco ocasional no nos haría adictos. No somos adictos. ¿Lo somos?” Pero la dura verdad es que éramos.
Ahora tengo una familia y ya no es un secreto. A nadie le importa en la sociedad pero a mí sí. Sé que me mata un poco cada día. Cuando debatimos sobre ese tema, presento la declaración de que “la muerte es inevitable” y trato de salirme con la verdad. Tengo miedo todos los días. Tengo miedo por mi familia, por mi futuro. Me gustaría vivir una vida libre de tabaco y sé que es demasiado tarde, pero lo estoy intentando.
Me gustaría solicitar a las generaciones más jóvenes que mantengan una distancia segura con el tabaco. Estoy seguro de que te arrepentirás de cada segundo de tu vida adulta. Soy anónimo y no tengo rostro, por eso puedo sugerir que no seas adicto a él. Si me presento con mi nombre, perdería ese privilegio porque, ¿cómo puedo prohibirte que hagas lo que hago yo mismo?
No sé por qué sigo haciéndolo pero da miedo. Solo por favor no lo hagas.