¿Sus puntos de vista políticos requieren que otros mueran, para que usted sea feliz? ¿No la posibilidad de una guerra, o el dolor de las almas perdidas en la calle, sino un asesinato voluntario de la oposición política?
¿Sus ideas políticas se basan no en un pensamiento racional o en un compromiso y en un crecimiento, sino en la religión, la ideología o su propia opinión sostenida como pensamiento que era un hecho incontestable?
¿Crees que las personas que cuestionan tus puntos de vista o te dicen que estás equivocado son una amenaza para tu fuerza y poder, no una cuestión de discusión y autoevaluación?
¿Odias a quienes se oponen a tus puntos de vista, sin ningún intento de entenderlos?
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Si es así, puedes ser un extremista político. Pero estos son tiempos extremos en los que vivimos, y tenemos que ser conscientes de algunos límites. Cuando un grupo político se alía con los extremistas raciales y deja que los comentarios vulgares se deslicen, a veces es difícil no odiarlos. Cuando empezamos a entablar conversaciones sobre quién merece vivir, es difícil no excluir a quienes defienden la muerte y el dolor.