Las habilidades sociales son lo que nos humaniza y nos permite llevarnos bien en sociedades. Trabajamos juntos por el bien de todos, la mayor parte del tiempo, y para saber cómo disfrutar de la compañía del otro. Pero en cualquier elección o interacción particular, el libre albedrío de los involucrados siempre es parte de la situación.
Por ejemplo, a veces una mujer pasa por alto los malos modales de un hombre en particular porque nota la vulnerabilidad u otras cualidades, como la amabilidad o la inteligencia, que la atraen. Muchas otras mujeres no tomarían esa decisión.
En otro caso, uno nota la intención de engañar y manipular a alguien que es muy encantador, por lo que no estará de acuerdo con lo que esa persona desea lograr. O uno nota que la propuesta es solo mala en general, y por lo tanto no cede. Otros no notarán la maldad de la propuesta, o puede suceder que aceptarla incluso se adapte a las necesidades personales que tienen. Así que eligen seguir adelante por sus propias razones, como ganar estatus al asociarse con alguien popular o evitar posibles daños a sí mismos.
A menudo, las razones de la decisión son subconscientes, sin embargo, aún así, la decisión aún está determinada por el libre albedrío de esa persona. Una elección podría haberse hecho al revés, si él lo deseaba.
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Muchos, muchos parámetros psicológicos están en juego.