Esta es una historia que contó mi madre cuando yo era muy pequeña, pero me dejó una impresión duradera.
Al aire libre
Una vez hubo un viejo Pandit (Brahmin, Sacerdote). El era muy pobre. Tanto que tuvo que ir de puerta en puerta para pedirle a Alms.
La gente solía golpearle las puertas. Como era pobre, llevaba ropa muy gastada y tenía muy mala pinta. A la gente nunca le gustaba él en su casa.
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Un día, un comerciante de otra aldea viajaba y se encontró con este Pandit. Pandit le pidió limosna. Al ver a un Pandit como un buen presagio, le dio comida y también un nuevo dhoti (un paño tradicional para los hombres).
El Pandit tuvo una noche de sueño muy tranquila bajo el árbol después de una buena comida.
Al día siguiente, se bañó en el río y se puso el nuevo dhoti. Volvió al pueblo a pedir limosna.
La primera puerta que llamó fue la del hombre que lo rechazó hace 2 días. Ese hombre, al ver al Pandit con una mirada mejorada, le dio la bienvenida y lo hizo sentarse consigo mismo para comer.
Cuando se sirvió la comida, Pandit hizo una oración de agradecimiento a Dios. Luego tomó el dulce y comenzó a decirle a su dhoti “¡Come, por favor! ¡Dhoti, come!”.
Ese hombre se sorprendió al ver esto y le preguntó al Pandit “¿qué estás haciendo?”
Pandit respondió: “Tú me cerraste la puerta ese día, pero hoy me invitaste aquí con mucho cariño, todo gracias a este dhoti, así que te lo agradezco ofreciendo el dulce”.
El hombre se avergonzó de sí mismo e inmediatamente se dio cuenta de su error.
No te voy a contar la moral de esta historia.
Pero creo que aquí observamos muy bien la naturaleza humana.
Como el hombre, ¿no todos juzgamos a las personas por su apariencia?
Analizar la personalidad y la propiedad de una persona (ropa, móviles, automóviles) y luego formarse una opinión es algo común entre todos nosotros.
Y así, ¡todos los Humanos seremos Humanos!