La distinción entre trabajo y juego es si el esfuerzo necesita complacer a alguien más o solo a uno mismo.
Según ese cálculo, trabajar por cuenta propia como freelancer es trabajo. Poner en marcha una empresa es un trabajo. Brindar atención a un ser querido es trabajo. Todo esto puede ser un trabajo hecho con mucho gusto y disfrutado a fondo, pero todo lo necesario para complacer la voluntad de los demás.
¿Complacer a los demás es una sumisión a los demás? Una persona que piensa eso tiene un problema de actitud.
- El diseñador contratado que anticipa la voluntad del cliente proporcionará una extensión de tres opciones diferentes para que el cliente considere. Esto no es apaciguamiento, es buena psicología.
- El CEO de una startup evalúa cómo atraer a los inversionistas con un producto que le gustará al mercado. Esto no es sumisión, es buen negocio.
- La esposa que cuida a su esposo que padece la enfermedad de Alzheimer se esfuerza por adaptarse a una persona cada vez más irracional mediante el uso de diversas estrategias. Esto no es capitulación, es amor.
Hay una arrogancia fácilmente discernible en la frase de la OP, “sumisión a la voluntad de los demás”. La arrogancia es útil como un impulso inicial, pero no ayuda con el poder de permanencia requerido al superar los muchos obstáculos que se encuentran en el camino elegido. Para eso, uno tiene que escuchar a los demás, no como una sumisión a su voluntad, sino como un reclutamiento de su perspectiva.
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Entiendo que quieres estar a cargo. Yo también. Con el tiempo, uno llega a valorar la mayor parte de la conciencia, la adaptabilidad, la perseverancia, el oportunismo (benigno), la casualidad (o la mala suerte) y la creatividad incontenible. La vida es un baile en un escenario inestable compartido con otros. Tenemos que aferrarnos unos a otros.