No tenemos acceso a nosotros mismos. El cerebro tiene billones de conexiones neuronales. La mayor parte de nuestra operación es inconsciente y oculta. Nuestro inconsciente sabe cómo conducir un automóvil cuando estamos en un rastreo de “piloto automático”, que consume miles de millones de píxeles de información por segundo, pero nuestra mente consciente solo puede leer unas pocas oraciones por minuto. Somos como un mono que monta un elefante, y el mono no puede saber lo que está pensando el elefante. Nos gusta pensar que somos coherentes, pero en realidad somos un caldero de deseos en conflicto. Los dioses griegos eran una personificación metafórica de estas energías irreconciliables tanto dentro como fuera de la mente.
La respuesta de Pete Ashly a ¿Es un error para un occidental estudiar la filosofía budista zen antes de tener una comprensión sólida de la filosofía griega?