Soy gracioso, pero no es natural.
A una edad temprana, aprendí accidentalmente que podría recibir atención positiva si era gracioso y se convirtió en una obsesión de por vida.
He estado tratando de ser divertido con cada respiración desde ese momento. Hice teatro, escuché comics de pie, observé cuidadosamente a las personas que hacían reír a otras personas. Hablé frente a cientos de personas, siempre tratando de ser gracioso y hacer que las bromas funcionen.
Ahora, a los 41 años, estoy empezando a sentirme “naturalmente divertido”. Si lo sigo haciendo, seré gracioso cuando muera.
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