En la mayoría de las culturas occidentales, mirar es considerado grosero. Se enseña a los niños a no mirar a los demás como parte del proceso normal de socialización. Mirar solo se permite cuando ocurre algo inusual o fuera de lugar, como un accidente repentino o personas que hacen una escena.
Por lo tanto, si te fijas en una persona occidental, es probable que la interpreten como deliberadamente grosera, hostil o como una indicación de que de alguna manera son inusuales o están fuera de lugar.