Porque todos tenemos necesidades y aspiraciones diferentes que rara vez se cumplen en el trabajo. Y porque el trabajo requiere tanta energía y dedicación que nos desvía de otros objetivos. Culpamos el trabajo, nos culpamos a nosotros mismos por no convertirnos en lo que esperábamos llegar a ser, por no vivir la vida que queríamos vivir. Estamos enojados porque esperábamos mejores resultados al trabajar arduamente en una actividad que creíamos que disfrutábamos.
No estamos contentos porque esperamos estar satisfechos en muchos niveles por nuestras carreras, y porque el trabajo realmente nos aliena. Nos avergonzamos de no ser el producto final de nuestras carreras, sino sus consecuencias. Somos daños colaterales. Nos han engañado.