Hay dos grupos de personas en el mundo. Los que sienten curiosidad por lo desconocido y los que temen abrazarlo. Sin embargo, las personas que pertenecen al último grupo son tan curiosas como el grupo anterior. También lo tienen en su sangre, pero el fuerte impulso está latente.
Para el curioso grupo, han heredado el rasgo manifiesto de nuestros bisabuelos abuelos de antaño, Adán y Eva. Ellos, también, tenían curiosidad por saber cómo era ser como Dios; el poder que podrían haber imaginado que pueden ejercer sobre todas las creaciones, conociendo el bien y el mal. Adán y Eva podrían haber pensado: “Tenemos vida eterna, pero no sabemos cómo es la muerte. ¿Qué hay de experimentar la muerte? ”Entonces, tuvieron una oportunidad con el fruto prohibido, sabiendo las consecuencias de su acción.
Y aquí estamos ahora.