Una de las necesidades más fundamentales de los seres humanos, en todas las culturas y épocas, es la necesidad de pertenecer o ser aceptado por otras personas en un grupo (por ejemplo, familia, amigos, comunidad religiosa). Esta necesidad está arraigada en nuestra historia evolutiva. Los seres humanos han evolucionado en pequeños grupos que dependían de tener conexiones cercanas para satisfacer las necesidades de supervivencia y reproducción. A diferencia de otras especies, los humanos reciben la mayor parte de lo que necesitan de su grupo social, no de su entorno natural, lo que sugiere que la estrategia humana para la supervivencia depende de la pertenencia.
Las investigaciones muestran que las personas son más felices y saludables cuando se sienten socialmente aceptadas. En contraste, ser excluido es percibido como doloroso y tiene una variedad de consecuencias negativas, entre ellas, problemas de conducta, como la criminalidad, y la enfermedad mental y física. Dadas las consecuencias negativas de la falta de pertenencia, las personas desarrollaron diversos rasgos para fomentar la aceptación social, como la conformidad y la autorregulación.
Por supuesto, hay diferencias individuales, ya que algunas personas tienen una necesidad más fuerte de pertenecer que otras, pero todos estamos impulsados por esta necesidad en mayor o menor grado.
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