Pregunta muy genuina que alguien me ha preguntado alguna vez. Vea, los seres humanos tienen una tendencia a compararse con los demás y es un proceso natural como cualquier otra emoción humana. Pero el efecto negativo de la comparación nos impide crecer y abrazar nuestras mejores habilidades para compartir con otros.
Las comparaciones a menudo son injustas, sesgadas y casi siempre ponen nuestro enfoque en un lugar fuera de nosotros mismos. Las calificaciones de nuestras propias habilidades están fuertemente influenciadas por el desempeño de otros
Las comparaciones con otras personas pueden usarse como un medio eficaz para la autoevaluación y, a la inversa, las personas basan los juicios de otras personas en el conocimiento de sus propios rasgos.
Independientemente de sus antecedentes culturales o educativos, las personas tienen una perspectiva única respaldada por experiencias únicas y regalos únicos. Algunos de los tesoros más grandes de este mundo y regalos que apreciamos en nuestros corazones, como el amor, la gratitud, la humildad, la empatía, la abnegación y la generosidad , no se pueden colocar en una plataforma de comparación para que otros puedan apreciarlos. Puede haber ocasiones en que la competencia sea apropiada, pero la vida no es una de ellas.
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Los seres humanos también sufren de EGO. El ego siempre está juzgando y comparando todo con su propia imagen propia. Si alguien hace mejor que nosotros, nuestra autoimagen se desinfla, causándonos celos e incluso enojo. Si lo hacemos mejor que otra persona, nuestra imagen propia se infla, hasta que alguien vuelve a mejorar o nos insulta por estar tan llenos de nosotros mismos. El flujo y reflujo de nuestro mundo interior, en comparación con el mundo exterior siempre cambiante, mantiene nuestras emociones oscilantes, a veces fuera de control. Cuando aprendemos a dejar de juzgarnos a nosotros mismos y de compararnos con el mundo exterior, comenzamos a tener armonía interior. El Señor Buddha ha dicho con razón: “el deseo es la causa de todo sufrimiento”.
Tratar constantemente de alimentar la necesidad de nuestro ego de estar en control, de ser los mejores y los más brillantes, generalmente son deseos poco realistas que nunca parecemos satisfacer, por lo que siempre estamos en un estado de deseo, fracaso, deseo. Cuando no somos capaces de alcanzar nuestra autoimagen ideal, somos malos con nosotros mismos, y nos llamamos perdedores y demás. Comenzamos a reflexionar sobre nuestro lamentable estado de perder, y ahí es cuando comienza la depresión.
Cuando nuestro ego nos empuja hacia el futuro y nos preocupa cómo nos desempeñaremos, ganaremos o lo que deseemos, estamos en un lugar que realmente no existe y no tenemos un control real. Eso causa ansiedad. Cuando aprendemos los trucos del ego y comenzamos a observar, en lugar de tratar de forzar, el enfoque cambia a uno de paz y bienestar, porque estamos aprendiendo, aprendiendo realmente a ser quiénes y qué somos realmente. Entonces comenzamos a experimentar la ecuanimidad.