Supongo que eso es porque están tan condicionados a tomar que cuando llega el momento de dar, no saben cómo hacerlo. Déjame elaborar. Desde el momento en que nacieron hasta la adultez tardía, todos los que nos rodean dan incondicionalmente. Maestros, parientes, ancianos, el perro de la familia. Todos “sirven” al niño incondicionalmente. Y cuando hay una situación en la que deberían dar, la parte de su cerebro que regula el dar (amabilidad, consideración, empatía, integridad) está tan poco desarrollada, que terminan sin dar.
Esta observación se basa en mis últimos 32 años de trato con personas. Mi observación más notable en estos últimos años es que los niños que provienen de familias amorosas y solidarias son muy egoístas, desconsiderados y no se identifican. Mientras que los niños que han sufrido de alguna manera son más capaces de empatizar, consideran los sentimientos de otros y de alguna manera encuentran la fuerza para estar a la altura de las circunstancias.
Sólo las personas fuertes pueden dar. Tienen los recursos internos para poner las necesidades de alguien más por encima de las suyas. Sólo las personas amables pueden empatizar. Y se necesita mucha estabilidad emocional para pegarle el cuello a otra persona.
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