Curiosidad, para que cuestionen y desafíen cualquier verdad, creencia y patrón establecidos en lugar de seguirlos ciegamente.
La curiosidad, para que siempre quieran aprender más sobre sí mismos y el mundo que los rodea.
La inventiva, para que puedan encontrar soluciones, desentrañar los caminos menos seguidos que la mayoría de las personas optó por ignorar y provocar un cambio en el mundo.
Intuición para que nunca pierdan su rastro en la vida y confíen en su propia verdad y sabiduría innata.
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Generosidad para que acepten a los demás y a sí mismos por lo que son sin juzgarlos.
La bondad amorosa para que mantengan alejados el odio y la negatividad y atraigan aún más amor. Nuestro mundo necesita eso más que nada.
Todos los niños nacen con estos rasgos.
Desafortunadamente, nuestra cultura no los valora y tiende a privilegiar la acumulación de conocimientos en lugar del cultivo de la creatividad.
Todo lo que tenemos que hacer es animar a los niños a través de nuestra crianza de los hijos y la educación que elegimos ofrecerles para que permanezcan abiertos y conectados a su increíble claridad y desarrollen más a medida que crecen.
El mero conocimiento es inútil, si no peligroso, si la sabiduría y la claridad esenciales se pierden en el proceso.
Así que todo lo que puedo esperar es que nuestros hijos mantengan esos rasgos valiosos a medida que crecen y se desarrollan más con conciencia y autoconciencia.
Y tal vez, a medida que los vemos crecer, nos inspiramos para reunirnos con la parte de nosotros mismos que podríamos haber perdido en nuestro camino hacia la edad adulta.