De acuerdo con mis observaciones e inferencias que se sacan de allí, múltiples razones nos tientan a decidir por otros. La cuestión es que el hombre valora su inteligencia bastante alta y la toma de decisiones no solo le brinda la oportunidad de ejercerla, sino también de mostrarla.
1. Posesión: nuestro instinto de supervivencia nos motiva no solo a asegurar nuestra propia supervivencia, sino también a la de nuestro gen (familia). No queremos que nuestros seres queridos cometan errores inadvertidamente, por ejemplo, debido a la falta de experiencia. Así que tendemos a tomar los asuntos en nuestras propias manos. Muchas veces no explicamos el proceso de pensamiento detrás de esta acción a la otra persona. Además, este hábito puede llegar a los extremos. Esto nos lleva a ser etiquetados como ‘posesivos’ o ‘sobreprotectores’. Esto es perjudicial para cualquier relación.
2. Credenciales sociales: el hombre es un animal social y esta es una de nuestras principales herramientas de supervivencia. Además, cuanto más importante seas para la sociedad, mayor será tu probabilidad de supervivencia. Una de las mejores maneras de establecer su importancia en la sociedad es tomar decisiones importantes para otra persona o grupo de personas a pesar de no tener conexión con la decisión. Esto se percibe como una obligación y se lo considera un experto en tales cosas. Si bien, el simple hecho de dar consejos puede obtener el mismo reconocimiento, a menudo no podemos distinguir entre dar consejos y decidir por otros. En los extremos, esto lleva al hambre de poder sobre las masas.
3. Dominio: En las relaciones 1: 1 como marido-esposa, padre-hijo, compañeros de habitación, etc., a menudo las decisiones tienen repercusiones comunes y deben tomarse conjuntamente. En tales casos, típicamente una persona emerge como dominante y otra sumisa. Y con el tiempo, la persona sumisa pierde toda la confianza necesaria para tomar decisiones personales incluso triviales y espera que la otra persona lo haga por ella. La persona dominante también permite que esto suceda, ya que disfruta de total libertad para tomar decisiones conjuntas. Pero, de nuevo, si la persona sumisa depende de la dominante para las decisiones triviales, puede hacer que la vida sea un infierno para la dominante, sin mencionar la completa y absoluta destrucción de la independencia de la sumisa.
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4. Desafío intelectual: muchas veces tratamos la decisión de una tercera persona como una oportunidad para experimentar. Es posible que ni siquiera seamos conscientes de esta causa y la tomemos como un desafío intelectual para tomar decisiones difíciles y obtener placer, especialmente si la decisión fue exitosa.
Puede haber uno o una combinación de estos factores en el trabajo cuando estamos tentados a decidir por los demás.