Todo se reduce a nuestra disposición a observar las circunstancias de la vida de otras personas.
Los seres humanos, a pesar de la única especie capaz de comunicar ideas, nunca habían creado con éxito una sociedad completamente pacífica y aceptada durante un período prolongado de tiempo. No estoy diciendo que creo en una idea tan utópica sobre la paz mundial perfecta donde todos están de acuerdo en todo, pero cuando observo brevemente la historia social humana, incluso alcanzar un consenso general es un desafío en sí mismo.
Para aceptar a otras personas, deberías estar dispuesto a aprender sobre ellas.
Iría tan lejos como para argumentar, esa es una actitud no negociable que se debe tener si pretende crear una sociedad de aceptación. El viaje de aceptar a otras personas, especialmente a aquellos cuyos valores de los que no sabemos nada es un camino largo y sinuoso. Se necesita no solo tiempo, sino también esfuerzo, y un par de oídos curiosos. A decir verdad, no todos están dispuestos a ahorrar ninguna de esas cosas para aprender acerca de otras personas. Aquí es donde encontré la mayor parte del problema arraigado. Los estereotipos generales, suposiciones sin fundamento, chismes viles, rumores al azar son algunos ejemplos de “enemigos sociales” que todos debemos tener en cuenta.
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Es fácil odiar o amar a alguien de quien no sabes nada, por el hecho de que en tu mente no hay nada que te impida creer lo que se dijo sobre alguien, sin importar si es bueno o malo. Esto es muy importante de entender. Todos conocemos el sentimiento de adoración inducido al mirar a las celebridades del cine, o el odio puro generado hacia alguien en su círculo social que siempre ha estado en la punta de la lengua de todos. En otras palabras, es más fácil disgustar a las personas con tanta crueldad cuando no tiene ninguna disonancia con respecto a dicha persona.
Dicho todo esto, tener una actitud o mentalidad equivocada es algo muy común en el ser humano: somos seres imperfectos, propensos a las anomalías y los errores. Pero si queremos superar todos nuestros pequeños prejuicios y comenzar a trabajar por una causa mejor en nuestra sociedad, diría que nada es imposible. Cliché como es, el viejo dicho de que somos nuestros peores enemigos se mantiene en este contexto.
Al final del día, si las personas son obstinadamente poco dispuestas a hacer lo que sea necesario para mirar por encima de las mentes de los demás, el sueño de una comunidad más tolerante y aceptadora es un sueño muy, muy lejano.