Para cualquier persona nacida en generaciones anteriores (como yo), es evidente que se ha producido un cambio cultural y que sí, como sociedad estamos obsesionados con la seguridad. Para la mayoría de las personas nacidas después de los 80, este cambio no sería aparente, simplemente sería “como son las cosas”.
La preocupación por la seguridad no es solo física, también se aplica a la seguridad psicológica. La idea de activar advertencias o espacios seguros no existió hasta tiempos recientes.
Hay muchas razones para esto, por lo que responder “por qué” se vuelve un poco complejo. La idea de estar a salvo se ha multiplicado para incluir los sentimientos, pensamientos, habla y comportamientos de las personas. Se supone que no debemos ofendernos, insultarnos o confrontarnos … necesitamos estar protegidos de esas posibilidades, al igual que nuestros hijos deben estar protegidos de depredadores, matones y extraños. Necesitamos estar protegidos de enfermarnos o envejecer de cualquier manera que no sea de manera positiva. A salvo de tormentas, gérmenes, malos insectos y alimentos poco saludables. La lista podría seguir.
Básicamente, necesitamos estar protegidos de nuestros temores internos, temores que, en cambio, proyectamos sobre otros y eventos externos. Este proceso siempre estuvo presente, pero no hasta los extremos que vemos hoy. Cuanto más miedo tenemos, más intentamos controlar nuestro entorno externo y más intentamos culpar a los demás por lo que en realidad son nuestros propios déficits.
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