La transpiración humana y los fluidos corporales son destructivos de las fibras de la ropa, por lo que con el tiempo, la ropa expuesta a estos fluidos se pudrirá, rasgará o rasgará debido a las tensiones y los esfuerzos del movimiento y el desgaste. La ley de Murphy dice que esto ocurrirá en el peor momento posible. Este daño se puede minimizar un poco lavando o limpiando en seco la prenda de vestir cada vez que se usa.
La ropa interior tiene la ventaja de evitar que sus tejidos sensibles se pellizquen, retuerzan o aprieten cuando se sienta, se pone de pie o se tuerce, especialmente en el caso de que entre y salga de un automóvil.