Juzgar a otros es correcto, y es hecho por todos. Es una responsabilidad moral. Y los juicios que uno pasa indican la naturaleza de la brújula moral de la persona. Dicho esto, también diré que estos juicios deben hacerse sobre bases racionales libres de prejuicios. Si uno puede estar libre de prejuicios, juzgar a otros se convierte en una ventaja práctica y en una necesidad moral.
Mucha gente hoy predica que uno no debe juzgar a los demás y, a su vez, uno no será juzgado por sus defectos. “No juzguéis, para que no seáis juzgados” , dicen. Pero este precepto es una abdicación de la responsabilidad moral: es un cheque en blanco moral que se da a otros a cambio de un cheque en blanco que uno espera de sí mismo.
Para elaborar, uno tiene que, a diario, hacer elecciones. No hay manera de evitar eso. Y las elecciones exigen la necesidad de valores morales. Los valores morales requerirán la eliminación de la neutralidad moral, algo que se predica globalmente como tolerancia y aceptación.
Abstenerse de condenar a un torturador es convertirse en un accesorio de la tortura y el asesinato de sus víctimas.
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Para ponerlo en una pegatina de parachoques, juzgue y prepárese para ser juzgado.